miércoles, 20 de julio de 2016

Vacío y ausencia

Querida Helena,

De nuevo me siento frente al ordenador, de nuevo me encuentro haciendo balance, de nuevo me descubro sintiendo ese vacío en el pecho, porque de nuevo ha pasado otro año sin ti. Ya son cinco. Cinco largos años en los que tu ausencia no se palía de ninguna forma.
No importan las ocurrencias de tu hermano. ni las risas de tu hermana. No importan las miradas llenas de amor de tu madre. En el fondo siempre queda un pepeño hueco que nada puede llenar.

Ese hueco debería estar lleno de tus risas, de tus lágrimas, de tus susurros al descubrir algo nuevo y maravilloso, de tus lamentos al sentir que el mundo es un lugar duro e inhóspito. Debería estar lleno de cada una de las memorias que deberías habernos regalado en tu día a día, esas pequeñas vivencias que como miguitas de pan habrías ido dejando en tu camino hacia el futuro.

En cambio, allí sólo hay ausencia, el inmenso fantasma de lo que pudiste haber sido y el destino te negó. Un monstruo negro y feroz que mantengo a raya recordando el tacto sedoso de tu piel, el olor dulzón de tu pelo y el negro de obsidiana de esos ojos que en contadas ocasiones pudieron verme.

A medida que me hago viejo el tiempo transcurre cada vez más veloz. Echo la vista atrás y me parece sentir que algún Dios tramposo me roba los días y acorta las semanas. Hasta que recuerdo tu partida, un segundo eterno que marcó mi vida para siempre.

Tu padre que te quiere.

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