sábado, 20 de julio de 2013

Tempus fugit

Querida Helena,

hoy quiero hablarte del tiempo, de lo volátil que resulta a veces y de lo estático que es en otras muchas, por que, cariño mío, cuanto más tiempo se lo ha disfrutado más rápido es su transcurrir.
Quizás te preguntarás por qué ocuparnos hoy del tiempo, qué tiene de especial una fecha como hoy. Pues es sencillo, hoy es el segundo aniversario de tu partida, dos años ya, que vivimos sin tenerte a nuestro lado. Y si bien es cierto que hasta hace bien poco, el tiempo se arrastraba a mi lado y las horas sin ti se hacían eternas, ahora los días vuelan y me encuentro a menudo cerrando los ojos por las noches sin saber muy bien dónde quedan aquellas interminables tardes en las que la pena me embargaba y apenas podía respirar.

Si me paro a analizar el por qué de ese cambio, creo que son varios los motivos que han obrado ese cambio en mi percepción, pues recuerda hija mía que el tiempo es inmutable, y es como lo sentimos lo relativo a cada persona.

El primero de esos motivos es sin duda que ahora disfruto de mi trabajo. Cambiar de aires laborales me ha devuelto la alegría y las ganas de sentarme cada mañana frente al ordenador. Disfrutar cada día de un desafío que afrontar, un reto que superar, un problema que vencer hace que las horas vuelen mientras mis dedos vuelan sobre el teclado y mi cerebro se ufana en analizar problemas y construir soluciones.

La segunda razón es sin duda el amor y el cariño de tu hermano y tu madre. Cuidar de ambos fue la razón principal para no hundirme en ese pozo de desesperación que fue tu partida y ahora son el motor sin el cual no sabría vivir.

El tercer pilar sobre el que se asienta ese cambio en mi vida, es la esperanza de una vida nueva que me trae la que será tu hermana pequeña, Nuria. Ese pequeño milagro que día a día crece en tu madre, es un pequeño regalo envenenado ya que me llena el corazón de alegría y de pavor. De alegría por volver a tener una hija en mis brazos y de temor por la posibilidad de volver a perder otro pedazo de mí, como te perdí a ti. Pero no temas, tu hermana nunca podrá reemplazarte, tu recuerdo y todo lo que me enseñaste en tu lucha contra la enfermedad seguirá vivo en mí hasta mi último aliento.

Y por último, es el propio tiempo la razón última que me ha hecho cambiar. Dicen que el tiempo todo lo cura, quizás sea cierto, en mi caso diría que todo lo suaviza. El dolor de tu partida sigue ahí, latiendo al unísono con mi corazón, pero ahora no me ahoga, si no que me recuerda el amor tan grande que tuve, tengo y tendré por ese pequeño milagro que la vida me entregó y tan rápidamente me arrebató.

Y ahora te dejo, por que la carretera me espera, es hora ya de subir a Calella de Palafrugell y honrarte en ese mirador donde descansas mirando al mar que te vio nacer.

Tu padre que te quiere.

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