Querida Helena,
Tras mi autoinflingida flagelación de ayer, hoy quiero hablar de algo más dulce y lleno de alegría, quiero hablar del sol del verano, del rumor de las olas del mar, de la frescura de las cuevas y del estruendo de la tramuntana. De todas esas cosas que te acompañan en tus días y en tus noches, desde que tus cenizas dejamos escapar.