Querida Helena,
Hoy te escribo con el corazón en un puño, no por mí, ni por tí, ni por tu madre o tu hermano, ni por tus abuelos, tios o primos, si no por ese ángel sin alas que es Francisco Javier. Tanto él como sus padres lucharon tanto y nos dieron su cariño y su amor cuando más falta nos hacía. Y el jueves, su corazón decidió que era ya el momento de cambiar de aires.